EDITORIAL-. Volver a la moderación

En la imagen Alberto Núñez Feijóo (PP) y Pedro Sánchez (PSOE) – (C) Fotos: David Laguillo/CANTABRIA DIARIO

España es un país peculiar. Nuestras especificidades incluyen, entre otras, la sana costumbre de la siesta, las incontables riñas entre vecinos y el haber superado una Guerra Civil para consolidar una Paz en Democracia que no se puede ver amenazada por los extremismos.

Al igual que fuimos capaces de superar un episodio tan traumático como el de la Guerra Civil, debemos superar estos días de tensión a cuenta de la amnistía, y volver a la moderación.

Dentro de nuestras peculiaridades también están los distintos sentimientos nacionales en territorios que comparten la nación. La Constitución Española, pese a que necesita actualizarse con retoques porque todas las sociedades evolucionan, es todavía un magnífico marco en el que se permite la expresión de los diversos sentimientos identitarios que pueden convivir bajo el paraguas de España.

España ha vivido un breve romance, de apenas poco más allá de unos años, con partidos extremistas a los dos lados del arco ideológico. Hoy, tras los resultados de las últimas convocatorias electorales, parece claro que los extremismos están en caída libre y que se vuelve poco a poco al moderado bipartidismo del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español.

Pero ni Alberto Núñez Feijóo ni Pedro Sánchez lo tienen fácil, ya que al tiempo las mayorías absolutas también se terminaron, dentro de una sociedad más plural y fragmentada. Y toca negociar.

Podríamos pensar que es Sánchez quien tiene la papeleta más difícil ahora que ha tenido que pactar con JUNTS para volver a gobernar, pero en realidad es Feijóo quien tiene el problema más grave y acuciante.

El líder del PP tiene el grave problema de no ceder ante la ultraderecha representada por VOX, y estos días en los que hay protestas callejeras por el pacto PSOE-JUNTS que incluye la Amnistía, Feijóo tiene la obligación moral y estatal de hacer gala de esa moderación que siempre se le ha atribuido al gallego en representación de un partido serio, moderado y de Estado como es el PP.

Sánchez, por su parte, ha pactado con JUNTS para conservar el poder, en una maniobra de claro tinte interesado, de consecuencias imprevisibles en el propio electorado de base de un PSOE poco dado a las extravagancias. Sin embargo, más allá del claro interés en conseguir volver a gobernar, también podemos intuir una necesidad de perdonar para avanzar.

En el año 2017 España trasladó hacia el mundo imágenes que jamás deberían haberse producido: cargas contra ciudadanos por meter un papel en cajas de plástico, en el marco de un ilegal referéndum que carecía de valor alguno más allá de la autocomplacencia.

Así las cosas, también hubo políticos y cargos que, en el mismo marco de una consulta sin encaje legal alguno, fueron encausados por diversos presuntos delitos de malversación. Algunos fueron a la cárcel a cumplir su condena con valentía y otros, menos dignos, huyeron a Waterloo.

Pero, a vista de pájaro, con la necesaria distancia que da el tiempo después de aquellos tristes sucesos, quedó latente un problema de sentimiento identitario y una herida en la sociedad catalana, fragmentada casi en dos mitades a favor y en contra de una independencia que no parece ser posible en la práctica.

No debemos olvidar dos importantes detalles: la independencia divide en dos a los propios catalanes, por lo tanto imponer esa ruptura con España supondría también dañar a la propia sociedad catalana, algo que quizá no han estudiado los políticos independentistas con la suficiente profundidad.

¿Es viable una Cataluña independiente?

En segundo lugar, pero igual de importante, una Cataluña independiente de España sería muy difícil en la práctica, por no decir imposible. Los propios catalanes sufrirían mucho, igual que los ingleses con el Brexit.

Porque una Cataluña fuera de España no podría estar en el Euro como moneda, y tendría que crear, lanzar y conseguir el reconocimiento de un nuevo y distinto sistema monetario catalán, ya que no parece probable que la Unión Europea les permitiera seguir operando con el Euro sin el paraguas de España.

Muchas empresas catalanas muy importantes para su Producto Interior Bruto sufrirían enormes problemas para seguir operando en los mercados internacionales, tanto con proveedores como para ventas, mientras se aceptase o no la nueva moneda catalana en los mercados. Eso supondría despidos, inflación, pobreza y sufrimiento.

En este panorama, con algunas concentraciones legítimas de quienes no están de acuerdo con la amnistía, y otras con intolerables acciones violentas de quienes carecen de representatividad, lo que se hace necesario para todos es avanzar es un claro retorno a la moderación, dejando de lado cualquier tipo de violencia o extremismo.