El PSOE de Cantabria se encuentra inmerso en una profunda división, casi da igual cuando usted lea esto porque no es la primera.
Pero, en esta ocasión, al obtener unos resultados tan ajustados para el nombramiento de emisiarios habiendo dos facciones enfrentadas y reclamaciones e impugnaciones, la situación expuesta al público se antoja como si fuera un espectáculo lamentable, un circo sangriento de rivalidades y traiciones que no beneficia al partido, que no beneficia a Cantabria e incluso tampoco beneficia a ninguno de los dos bandos en guerra.
Ni Pablo Zuloaga puede sentirse orgulloso de ganar «por la mínima y en los despachos», ni Susana Herrán debería tampoco sentirse orgullosa de llegar a la cumbre del partido tomándolo fracturado y enfrentado, recibiendo unas cenizas de batalla como herencia.
Ambos líderes deben realizar un acto de reflexión y preguntarse: «¿Quiero ganar así?», deben frenar el lamentable espectáculo público de un escenario de enfrentamiento y lucha, y deben llegar a acuerdos para que el PSOE de Cantabria reconquiste a sus propios militantes, además de a los simpatizantes y a los votantes ocasionales.
De lo contrario, sin acuerdo y con más luchas intestinas, el futuro del socialismo cántabro pinta muy negro y podría ubicar al PSOE en la irrelevancia política y social.