Laura Martínez Otón, Universidad Nebrija
Las épocas electorales son un momento de alto interés mediático para los ciudadanos, que históricamente consumen más información con el objetivo de tener formado su criterio de cara a depositar la papeleta en la urna. La dieta informativa afecta directamente a su voto.
Un consumo responsable de la información implica no solo confirmar nuestros sesgos sino también buscar aquello que crea una disonancia cognitiva en nuestra mente. Es decir, el público debe consumir información de medios con líneas editoriales opuestas para generar el necesario criterio que permite opinar en libertad. Y votar en libertad, también.
Los comicios generales españoles del próximo 23 de julio permitirán comprobar si la falta de credibilidad a la que se enfrentan los medios puede afectar a la campaña electoral y cambiar el sentido del voto.
Según Digital News Report (2023) el 57 % de los usuarios en redes han presenciado críticas hacia los medios de comunicación de manera muy constante: “Cuanto mayor es la exposición a las críticas, mayor es la desconfianza en la población (…)”.
Al mismo tiempo, quienes desconfían de las noticias pueden notar o buscar más críticas, precisamente debido a su baja confianza. El periodismo, de nuevo, ejerce una responsabilidad social a la vez arrastra el lastre de la crisis que desde hace años se le presupone.
Un servicio al ciudadano y a las comunidades
Imaginar cómo serán los medios del futuro es algo que se viene practicando desde que Joseph Pulitzer intentó crear la primera escuela universitaria de Periodismo en Columbia a finales del siglo XIX. Jeff Jarvis dice que “si no imaginamos muchos futuros, no podremos construir ninguno”.
La crisis amenaza al periodismo casi desde sus inicios, como lo hace con el teatro, el cine, la música y todas aquellas disciplinas que se ven afectadas por la digitalización. Hay quien piensa que el periodismo no está en crisis, que sencillamente los periodistas deben centrarse allí donde puedan aportar valor. Y eso no pasa por enfocarse en medios y herramientas –papel/tinta vs bits/IA– sino por tener claro que el periodismo sirve a ciudadanos y comunidades.
El periodismo siempre está desafiándose a sí mismo, y quizás esa sea una buena manera de ir hacia delante y producir cosas nuevas, como explica la escritora y periodista argentina Leila Guerriero. La crisis de las democracias está en consonancia con la crisis de las instituciones, ya que durante mucho tiempo ese conglomerado de empresas se ha percibido como una institución en sí misma.
Es momento de cambiar el foco. Ahora que los ciudadanos tienen otros canales –como las redes sociales– para acceder a la información, y estos son percibidos equivocadamente como medios, hacer una labor de mero distribuidor no tiene sentido. Especialmente si lo hace con escasos recursos como consecuencia de la crisis económica que los medios vienen arrastrando en los últimos años.
¿Dónde está el valor de un periodista?
El valor de un periodista de 2023, entre otras cosas, pasa por llegar a las fuentes gracias a la relación que ha establecido con su público, consolidando los nodos que las redes sociales le han permitido establecer. De esta manera, el periodismo se refuerza, ya que involucra a una audiencia con la que comparte información, la completa. El periodista se erige así en creador de servicio y no de contenido. Porque para crear ese contenido van a estar los ya hiperactivos chats conversacionales de IA.
Los futuros periodistas vocacionales van a tener que competir en un escenario donde la Inteligencia Artificial se muestra, según algunos, como una competencia absoluta y no como una aliada herramienta de trabajo. Está cambiando la manera en la que se produce la información, pero también la manera en la que se busca.
Entrar en las nuevas dinámicas de encontrar lo que como individuos buscamos sin enfrentarnos al clickbait va a ser todo un reto. Las empresas periodísticas se abrazaron a él necesitadas de audiencias en tiempo de dificultades económicas y promoviendo informaciones que fomentan la confrontación y la controversia.
Durante mucho tiempo esta práctica ha sido la mejor manera de mantener a la audiencia en su entorno digital. Y eso se debe a que los medios entraron en tal modo de supervivencia que llevan ya años metidos en la inercia de ir hacia donde Google o Facebook les señala.
Esta tendencia para producir información convierte al periodista en un superhumano, un superperiodista con acceso a una cantidad de información antes nunca vista, colocada y estructurada, aunque todavía con capacidad de mejorar, porque la máquina sigue aprendiendo. Los superpoderes estarán en la capacidad de hacerse las mejores preguntas –promts– para tener acceso a la información.
Si el periodista se ayuda de esta tecnología, las mermadas redacciones podrán recuperar la mirada que Gay Talese proponía para un buen reportaje, cuando el Nuevo Periodismo intentaba recuperar el pulso a la audiencia norteamericana en el siglo pasado. Como vuelve a apuntar Leila Guerriero, contra la inteligencia artificial, contra la precariedad, contra la inmediatez, el periodismo tiene que estar demostrando siempre que lo que prima es la calidad. Algo que, en un proceso electoral como el que se avecina en España, resulta indispensable.
Laura Martínez Otón, Doctora en Comunicación. Investigadora, docente y directora del Máster en radio, podcast y audio digital, Universidad Nebrija
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.